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martes, 23 de marzo de 2010

Se abrio el closet y se acabó el estigma?




No puedo dejar de pensar en la reciente ley que se ha aprobado en la Ciudad de México y que legaliza la unión civil como figura matrimonial entre dos personas del mismo sexo. Es sin lugar a dudas un evento que marca un hito en la lucha por los derechos de la comunidad LGBT, pero la gente no debe confundirse y ciertamente no debe por ningún motivo pensarse que representa la inexistencia de el estigma hacia la homosexualidad y la diversidad sexual, ni tampoco la tolerancia de la sociedad.

Este significativo avance es un logro social indisticutiblemente, pero que tiene toda su fuerza en la legalidad. Lo que implica que los derechos de una persona homosexual que comparte una vida con su pareja, pueda otorgar sin problema lo que corresponde a cualquier matrimonio heterosexual y además, la posibilidad de adopción. Que es un tema aún con más debates que la simple legalización de matrimonio gay. No me quiero centrar en las ventajas o desventajas o la defensa o detracción de la adopción o del matrimonio. Sino de la perspectiva social, de la que aparentemente arroja un clima de tolerancia y aceptación.

El principal problema que ha enfrentado el estigmatizado, es la visibilidad, y a partir de ella es que se convierte en un ser con un estigma que será irreversible. La persona puede ser rechazada por un grupo social determinado, aceptado por personas que comparten el estigma, y en el mejor de los casos aparentemente tolerado por amigos y compañeros de trabajo.

Es muy cierto que hace 15 años era inimaginable ver a dos hombres caminando de la mano por la calle, mucho menos imaginable ver que dos hombres demostraran su afecto con un beso en la vía pública sin ganarse las miradas de desaprobación, comentarios o agresiones de la gente alrededor. Pero las labores de activistas, la influencia de los medios en un mundo globalizado y la ingenuidad de las nuevas generaciones, han creado un ambiente aparentemente propicio para fomentar la visibilidad, muy distinto a la aceptación de la sociedad, que ante la abrumadora exposición y mención de elementos que hacen innegable la existencia de una población gay, ha acabado por demostrar cierta tolerancia. Pero la tolerancia es muy diferente a la aceptación, y el ejercicio de tolerancia significa en la mayoría de los casos, abstenerse de opinar lo que en la mayoría de los casos, es un total desagrado.

La tolerancia es porque aún hay un estigma, un prejuicio que se atribuye a las personas homosexuales y a aquellas que eligen tener una vida gay (que no es lo mismo). Recientemente, el 18 de marzo con la celebración de las primeras uniones civiles con la figura del matrimonio gay, hubo agresiones físicas y verbales contra parejas de jóvenes homosexuales, lo que prueba que la aceptación dista mucho de llegar a nuestra moderna sociedad. Este tipo de reacciones aún existen en los países más modernos y economicamente más avanzados, aún existen agresiones físicas y homicidios cuyo único móvil es la homosexualidad del agredido.

Este problema, hace que a pesar de los esfuerzos de las nuevas generaciones de personas homosexuales, existan aún muchas personas que prefieren llevar una doble vida para no convertirse en estigmatizados. Esta visibilidad es además muy marcada en ciertos estratos socio-económicos, que también es otro tema.

Desde que se han aprobado las iniciativas de matrimonio y de adopción para parejas homosexuales ha habido manifestaciones que desaprueban y afirman que no es sano que una niña o niño vivan su infancia con la mala influencia una pareja homosexual. El estigma es claro, pues claramente y aunque no se menciona como tal, la idea de esa pareja es: "perversión" . Y la preocupación de los manifestantes es que esa perversión sea transmitida por "default" a un menor de edad.

Hoy en las noticias, ante los problemas que está ventilando la iglesa católica sobre la pedofilia, determina que aunque las actividades de los sacerdotes pedófilos las justifican por el celibato, han declinado esa causa y han mencionado que es por la homosexualidad de los pedófilos. Esto es una prueba más de que hay aún un estigma muy fuerte, que afortunadamente se puede detener con cierta protección de la ley y con la separación de la iglesia de la misma. Pero ojo, Lydia Cacho bien mencionó hace algunas semanas en su columna de "El Universal", que evidentemente el celibato no es razón ni causa de la pedofilia pues hay cientos ó miles de personas que viven en celibato sin que por eso asalten sexualmente a un niño/a. Pero, y ¿qué hay de la homosexualidad?, si no se considera de la misma manera, ¿significa que entonces ese estigma que implica que los padres no pueden dejar a sus hijos a solas con el tío o amigo homosexual, es correcto?. La homosexualidad nos tampoco ni causa ni razón de la pedofilia. La pedofilia es un trastorno que no es exclusivo de homosexuales, y cualquier otro trastorno sexual o criminal no es exclusivo de ningún tipo de persona. Si fuera de esta manera, la sociedad heterosexual sería un modelo libre de criminales, de trastornos mentales y sexuales, libre de violencia y compuesta unicamente de familias ejemplares.

¿Hasta que punto la sociedad dejará de considerar que existe algo "normal"? Aún hay amigos y familia que se atrever a diferenciarse a sí mismos de las personas homosexuales, como "normales". Si nos remitimos a la precisión del lenguaje, ¿de verdad nos podemos considerar "normales"?

Tal vez exista lo común, pero lo normal para una persona, siempre será anormal para otra, y juzgar una realidad como la realidad hegemónica, es un error muy grave.

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