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martes, 30 de noviembre de 2010

ITALIA!!!


Luego de 30 minutos en el Red Carpet del aeropuerto de Washington, que usé exclusivamente para buscar un avión que me llevara de Roma o Milán a Barcelona para estar allá a tiempo de cumplir mis compromisos, y un hotel para dormir la noche de mi llegada a Italia, corrí a la sala C12 y llegué ligeramente tarde para el abordaje, aún así, la señorita que controlaba el vuelo me dijo: “si espera unos minutos más, posiblemente pueda darle un asiento en First Class”.. , yo por supuesto, contesté: “tome usted su tiempo, no tengo prisa!”.. y me senté aguantando la emoción que ME produce volar en United First a pesar de que tenía un lugar asegurado en la clase de negocios, así que esperé..y esperé.. y esperé…, mientras que disipaba los nervios hablando por teléfono con las amigas mexicanas; luego de cierta espera, la señorita de ascendencia asiática y amable, me dio mi pase de abordar con el asiento 1C, que obviamente pertenece a la cabina de First Class. Y por supuesto, en algún lugar escondido del tobogán que me conducía al 767, sonreí y me emocioné en silencio.

Ahora escribo en el momento que mayor placer me da, mientras estoy perdido en algún lugar lejano, .... alto, .... perdido entre dos continentes o simplemente entre dos puntos muy alejados. Lo último que ví a través de la ventanilla fueron los tonos anaranjados del ocaso cuando despegó el avión. Y entonces me invadió la emoción que durante todo el día, no habia sentido. Y pensé que en 10 horas estaría llegando a Roma Termini y que tal vez podría ir a sentarme a tomar una copa de vino de frente al Panteón, o escribir mientras veo la fuente de Bernini en la Piazza Navona, o tal vez podría fantasear con encontrar el amor en Italia y caminar por la noche a los pies de la Fontana di Trevi mientras mirando a las estrellas arrojo una moneda para regresar.. (cosa que jamás se me ha ocurrido hacer), .... pero eso es fantasía, la parte real es que estoy saboreando ya una verdadera salsa arrabiata o un antipasti que me permita saborear un buen vino y paladear la decadencia que vive de la mano con la magnificencia de la ciudad eterna.

Alguna vez leí que “la saturación” de algo, es lo que permite que puedas conocer, apreciar, valorar o en el mejor de los casos, juzgar de manera más acertada las cosas. La primera vez que visité Roma, recuerdo con claridad que me atacó una terrible depresión en aquel diminuto cuarto de hotel color verde, y desde ahí llamaba a México para tratar de cambiar mi vuelo para poder salir de esa ciudad que me parecía tan terrible, recuerdo también que cuando llegué finalmente a Fiumicino (el aeropuerto de Roma) para tomar mi vuelo de regreso, me sentí feliz, y más feliz cuando estuve dentro del avión de British Airways que me llevaba a Londres que tanta alegría y emoción me causa. La realidad es que mi opinión sobre Roma no ha cambiado drásticamente, pero estoy trabajando en eso. Este año es la tercera vez que estaré ahí, y mientras camino por la via nazionale, o por la vía del corso, mientras que descubro nuevos callejones, nuevas cosas, nuevas tiendas… y miro a mi alrededor, miro los colores que denotan deterioro, las paredes viejas, las calles grises… pienso que estoy en la ciudad eterna, y trato de imaginar el pasado en una ciudad que sigue en el presente, pienso en lo que hay detrás de todo esto y lo que imagino es una ciudad fuerte, una ciudad que del deterioro y de los momentos difíciles hace su fuerza para seguir siendo eso… Roma. Así que hoy no tengo miedo de depresión ni de cosas tontas, llegaré a Roma y disfrutaré casi 48 horas respirando cada momento, admirando cada escultura, maravillándome de cada Italiano, observando cada movimiento y sobre todo… apreciando cada detalle de lo que venga. Llegaré a Termini que tiene andenes repletos de colillas de cigarro y que está también lleno de gente de todas nacionalidades y no de todos los estratos, esperando un tren que los llevará lejos de la principal estación de la ciudad. Y estoy contento de llegar.

Ha sido un año difícil, se está acabando, y a veces… en este año, muchas veces, olvido que soy una persona muy afortunada. Hoy, volando ya sobre el continente europeo, tomando un whiskey y de nuevo escuchando a Dash Berlin, que hace veces de musa, me doy cuenta de que la intensidad con la que he vivido es tremenda.. Soy una persona afortunada, muy afortunada, no por los viajes que hago, sino por todo lo vivido, por las personas que han pasado y permanecen en mi vida, por los sentimientos vividos, … y claro, también por esos viajes, que sin ser conspicuo, debo decir que no son por trabajo, son por pasión al movimiento, por pasión al descubrimiento y al re-descubrimiento, por pasión a la vida y a un planeta que el día que muera seguiré sin conocer por completo y que me seguirá atrapando su misterio. Soy afortunado, a pesar de que este año ha sido el año en que lo he perdido prácticamente todo, pero aquí, miles de pies sobre el nivel del mar, con mis libros, mis cuadernos, mis plumas y mis dedos que aún me permiten escribir y plasmar mis ideas y sentimientos, me doy cuenta de que no todo está perdido,… aún me tengo yo, aún quedo yo , y aún queda el hambre de descubrimiento, las ganas de sentir más y las fuerzas para seguir adelante y recuperar todo lo que he perdido.

Hoy es viernes por la noche en la ciudad de México… la gente que quiero está allá.. tal vez de fiesta… los amores incómodos.. tal vez buscando otros amores… yo, estoy iniciando un nuevo día, frio, pero nuevo, adelante, y en la ciudad eterna.