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viernes, 18 de noviembre de 2011

Viajar en 2011... ya no es lo mismo.




Probablemente alguien que tenga más de 35 años, recuerde que viajar en avión era una experiencia exclusiva, placentera y tenía cierto lujo implícito en la idea de volar. Años más atrás, el tipo de gente, y la vestimenta también era muy distinto, ahora cualquier pelado, cualquier chancluda y cualquiera que pueda cargar 5 bolsas del mandado, se monta en el avión. El servicio era sorprendente sobrecargos bien elegidas y elegidos... ahora, cualquiera que mida 1.70, necesite trabajo y quiera volar hasta la ancianidad, es contratado; y aunque la tecnología no era tan avanzada, la experiencia de viajar era sin tener alguna duda de ello, un placer sin igual.

Un vuelo doméstico de por lo menos dos horas incluía no solo la emoción de volar a dónde no todo el mundo podía hacerlo, más por cuestiones de economía de escala que por otras cosas, pero había cierto encanto, al abordar, los asientos tenían más espacio entre ellos, algo humanamente razonable para poder disfrutar del vuelo cómodamente, acompañado de bar de cortesía y de calidad, junto de alimento de tres tiempos, que eran no solo cantidades satisfactorias sino de excelente sabor.

Viajar en otras clases era por supuesto aún mejor. Pero en aquellos tiempos, no había necesidad de hacerlo, realmente había una distinción entre primera clase y la clase turista, me refiero a los pasajeros, únicamente.

Aunque de manera poco sensible el servicio ha ido en franco deterioro, el ataque a Estados Unidos sin precedente, conocido como 9/11 detonó una crísis que cambiaría para siempre la historia de la aviación y claro, de nosotros los pasajeros. En primer lugar, la gente dejó de viajar por miedo a morir en manos de terroristas, la psicosis de los viajeros que tenían que volar estaba a flor de piel y bastaba que alguien de pinta extraña estuviera en su mismo vuelo, para no poder descansar en toda la duración del vuelo. Eso ocasionó quiebras de aerolíneas, principalmente en Estados Unidos y Europa, los blancos perfectos para los ataques. 

Tuve la oportunidad o la obligación de volar a la ciudad de Nueva York  a menos de una semana de que el aeropuerto se abrió nuevamente pare recibir tráfico aereo comercial. Mi vuelo fue con Continental Airlines (que dicho sea de paso, dejará de existir como tal a partir de enero y será ahora United Airlines). No tenía miedo a pesar de que la gente trataba de disuadirme de volar a esa ciudad. Yo los miraba y decía: “de verdad, ¿crees que ahora van a tirar el Empire State con un vuelo que además tiene origen en la ciudad de México?”.    Al subir al avión, sentí muy extraño porque jamás en todos los vuelos (y son muchos) que he tomado,  he estado en un avión tan vacío.  Tal vez éramos 5 pasajeros, no lo recuerdo bien, pero recuerdo una sensación muy desagradable.   Unos segundos después de aterrizar, la llamada “purser”, que es el sobrecargo supervisor, dio las ultimas instrucciones, pero al final del “speach” que tienen que decir, agrego algo muy cercano a estas palabras: “quiero agradecerles enormemente por estar en este avión, y por tener la confianza de creer nuevamente en la aviación y en que podemos seguir adelante con nuestras vidas y con nuestro trabajo. Estamos aquí por ustedes y queremos agradecer su presencia”.  Yo, (los que me conozcan lo sabrán), con el corazón un poco desgarrado por la suma de las cosas, el atentado, la falta de las torres gemelas desde mi ventanilla, la soledad de ese avión, las palabras de la sobrecargo, y tal vez la solidaridad de que yo vivo del sector turístico (o vivía, ya no sé, creo que ahora vivo de ilusiones y de negaciones), hicieron que mis ojos se pusieran muy vidriosos. Y me sentí orgulloso de ser de las primeras personas de acercarme a una ciudad a la que nadie se quería acercar por un buen tiempo.

Los años han pasado y las cosas han tomado un giro descontrolado, en el que los turistas tuvieron que absorber mucho de los costos para ayudar a subsistir a las aerolíneas y al surgimiento de otras más, que dan servicio a aquellos que lo unico que les interesa es transportarse del punto A al punto B, que son en su mayoría nuevas generaciones que de servicio, no tienen muy claro nada, y que son demasiado sensibles al precio.

Las aerolíneas decidieron sacrificar todo en las clases turistas, eliminando alimentos, aumentado cuotas de seguridad con el argumento de que un atentado es en realidad hacia todos, no sólo hacia una compañía, han aumentado el tiempo de documentación en aeropuertos y disminuido servicio, sobrecargos, alimentos, entretenimiento y claro, espacio entre asientos.  La mayoría de las aerolíneas ha puesto todo su empeño en la mejora de los programas de viajero frecuente y en sus clases superiores económicas, Business y First.  Es ahí en dónde han invertido en tecnología, en donde han superado el servicio, en donde han excedido las características y las expectativas (claro, la mayoría de las aerolíneas).

Hoy, volar, es más barato que tomar un autobús o un tren, con lo que las clases turistas sin importar la distancia o el destino, han perdido cualquier destello de exclusividad, y de comodidad. Ahora en las líneas europeas, que son las peores en vuelos domésticos e intereuropeos, llevan pasajeros que ni en su clase de negocios van verdaderamente cómodos, en la clase turista se acabó el espacio, se acabó el confort, y en verdad, ni un vaso con agua regalan más. No importa si es linea de bajo costo o si es afiliada a Skyteam o a Star Alliance. Hay sus excepciones como Lufthansa, British Airways y otras. Pero se acabó.

Las aerolíneas cobran los alimentos, cobran todas las bebidas en lineas Españolas, y el alcohol lo cobran en las aerolíneas de Estados Unidos, el alimento se regala (muy miserablemente) en los vuelos de más de 6 horas y es de mala calidad y cantidad, ya no hay amabilidad y lo único que se tiene es un rudo: “Chicken or pasta” de parte de la sobrecargo que sólo quiere acabar de atender a sus 200 pasajeros.  Alimentos que valdría más la pena pagar.

Ahora lo que de verdad vale la pena y en dónde de verdad hay un gozo al volar, es hacerlo en Business o First Class. Convertir una siento en cama, ir cómodo, tener un servicio sin que le pese a la sobrecargo y alimentos de calidad, tener un espacio propio…, vale la pena.  Tal vez sea la edad, o parte de la crisis de los 40 a la que llegaré pronto.. pero aunque a veces es necesario, volar en clase turista ya es un poco un martirio a pesar de la terapia que me doy antes de entrar al avión.

Escribo esto desde algún punto del Atlántico y  a una hora de llegar a Tenerife, lo que significa, que desde hace dos horas estoy sufriendo en este avión de Air Europa, con una computadora que no puedo abrir por completo sin estorbar el reposo de la inconsciente que tengo delante de mí, o sin acortar sin piedad el espacio de la gorda que tengo detrás. Así que recargada la computadora en mi pecho, escribo estas líneas, y yo, como pocas veces, quisiera que este avión bajara ya a su destino, porque es terrible, que tengo sed y que las sobrecargos ya hicieron su primera vendimia, en la que para aligerar este tormento, pedí un whiskey y una botella de agua  que me merecieron unas caras de disgusto cuando intenté pagar con tarjeta.  Mientras escribo, la señora que tengo sentada atrás de mí, se levanta de su asiento usando mi respaldo para impulsar su gracioso cuerpo. Tengo mucha sed.. falta una hora por llegar… pero una botellita de agua me cuesta otros dos euros, que no tengo en efectivo … y no quiero angustiar a la chica sobrecargo, que por lo que se ve, lo mismo le da ser tendera en el super de la esquina, que volar por todo Europa.  Y claro, si algún día quieren comprar billetes de lotería, también los pueden adquirir en Ryan Air a mitad de su vuelo, sin importar el destino.


¿Y aún así les parece que no importa viajar en clase turista? :)
Escribiendo este blog en la posición mostrada!!!

Fer Palacios.

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