Probablemente alguien que tenga más de 35 años, recuerde que viajar en
avión era una experiencia exclusiva, placentera y tenía cierto lujo implícito
en la idea de volar. Años más atrás, el tipo de gente, y la vestimenta también
era muy distinto, ahora cualquier pelado, cualquier chancluda y cualquiera que pueda cargar 5 bolsas del mandado, se monta en el avión. El servicio era sorprendente sobrecargos bien elegidas y elegidos... ahora, cualquiera que mida 1.70, necesite trabajo y quiera volar hasta la ancianidad, es contratado; y aunque la tecnología no era
tan avanzada, la experiencia de viajar era sin tener alguna duda de ello, un
placer sin igual.
Un vuelo doméstico de por lo menos dos horas incluía no solo
la emoción de volar a dónde no todo el mundo podía hacerlo, más por cuestiones
de economía de escala que por otras cosas, pero había cierto encanto, al
abordar, los asientos tenían más espacio entre ellos, algo humanamente
razonable para poder disfrutar del vuelo cómodamente, acompañado de bar de
cortesía y de calidad, junto de alimento de tres tiempos, que eran no solo
cantidades satisfactorias sino de excelente sabor.
Viajar en otras clases era por supuesto aún mejor. Pero en
aquellos tiempos, no había necesidad de hacerlo, realmente había una distinción
entre primera clase y la clase turista, me refiero a los pasajeros, únicamente.
Aunque de manera poco sensible el servicio ha ido en franco
deterioro, el ataque a Estados Unidos sin precedente, conocido como 9/11 detonó
una crísis que cambiaría para siempre la historia de la aviación y claro, de
nosotros los pasajeros. En primer lugar, la gente dejó de viajar por miedo a
morir en manos de terroristas, la psicosis de los viajeros que tenían que volar
estaba a flor de piel y bastaba que alguien de pinta extraña estuviera en su
mismo vuelo, para no poder descansar en toda la duración del vuelo. Eso
ocasionó quiebras de aerolíneas, principalmente en Estados Unidos y Europa, los
blancos perfectos para los ataques.
Tuve la oportunidad o la obligación de volar a la ciudad de
Nueva York a menos de una semana
de que el aeropuerto se abrió nuevamente pare recibir tráfico aereo comercial.
Mi vuelo fue con Continental Airlines (que dicho sea de paso, dejará de existir
como tal a partir de enero y será ahora United Airlines). No tenía miedo a
pesar de que la gente trataba de disuadirme de volar a esa ciudad. Yo los
miraba y decía: “de verdad, ¿crees que ahora van a tirar el Empire State con un
vuelo que además tiene origen en la ciudad de México?”. Al subir al avión, sentí
muy extraño porque jamás en todos los vuelos (y son muchos) que he tomado, he estado en un avión tan vacío. Tal vez éramos 5 pasajeros, no lo
recuerdo bien, pero recuerdo una sensación muy desagradable. Unos segundos después de
aterrizar, la llamada “purser”, que es el sobrecargo supervisor, dio las
ultimas instrucciones, pero al final del “speach” que tienen que decir, agrego
algo muy cercano a estas palabras: “quiero agradecerles enormemente por estar
en este avión, y por tener la confianza de creer nuevamente en la aviación y en
que podemos seguir adelante con nuestras vidas y con nuestro trabajo. Estamos
aquí por ustedes y queremos agradecer su presencia”. Yo, (los que me conozcan lo sabrán), con el corazón un poco
desgarrado por la suma de las cosas, el atentado, la falta de las torres
gemelas desde mi ventanilla, la soledad de ese avión, las palabras de la
sobrecargo, y tal vez la solidaridad de que yo vivo del sector turístico (o
vivía, ya no sé, creo que ahora vivo de ilusiones y de negaciones), hicieron
que mis ojos se pusieran muy vidriosos. Y me sentí orgulloso de ser de las
primeras personas de acercarme a una ciudad a la que nadie se quería acercar
por un buen tiempo.
Los años han pasado y las cosas han tomado un giro
descontrolado, en el que los turistas tuvieron que absorber mucho de los costos
para ayudar a subsistir a las aerolíneas y al surgimiento de otras más, que dan
servicio a aquellos que lo unico que les interesa es transportarse del punto A
al punto B, que son en su mayoría nuevas generaciones que de servicio, no
tienen muy claro nada, y que son demasiado sensibles al precio.
Las aerolíneas decidieron sacrificar todo en las clases
turistas, eliminando alimentos, aumentado cuotas de seguridad con el argumento
de que un atentado es en realidad hacia todos, no sólo hacia una compañía, han
aumentado el tiempo de documentación en aeropuertos y disminuido servicio,
sobrecargos, alimentos, entretenimiento y claro, espacio entre asientos. La mayoría de las aerolíneas ha puesto
todo su empeño en la mejora de los programas de viajero frecuente y en sus
clases superiores económicas, Business y First. Es ahí en dónde han invertido en tecnología, en donde han
superado el servicio, en donde han excedido las características y las
expectativas (claro, la mayoría de las aerolíneas).
Hoy, volar, es más barato que tomar un autobús o un tren,
con lo que las clases turistas sin importar la distancia o el destino, han
perdido cualquier destello de exclusividad, y de comodidad. Ahora en las líneas
europeas, que son las peores en vuelos domésticos e intereuropeos, llevan
pasajeros que ni en su clase de negocios van verdaderamente cómodos, en la
clase turista se acabó el espacio, se acabó el confort, y en verdad, ni un vaso
con agua regalan más. No importa si es linea de bajo costo o si es afiliada a
Skyteam o a Star Alliance. Hay sus excepciones como Lufthansa, British Airways
y otras. Pero se acabó.
Las aerolíneas cobran los alimentos, cobran todas las
bebidas en lineas Españolas, y el alcohol lo cobran en las aerolíneas de
Estados Unidos, el alimento se regala (muy miserablemente) en los vuelos de más
de 6 horas y es de mala calidad y cantidad, ya no hay amabilidad y lo único que
se tiene es un rudo: “Chicken or pasta” de parte de la sobrecargo que sólo
quiere acabar de atender a sus 200 pasajeros. Alimentos que valdría más la pena pagar.
Ahora lo que de verdad vale la pena y en dónde de verdad hay
un gozo al volar, es hacerlo en Business o First Class. Convertir una siento en
cama, ir cómodo, tener un servicio sin que le pese a la sobrecargo y alimentos
de calidad, tener un espacio propio…, vale la pena. Tal vez sea la edad, o parte de la crisis de los 40 a la que
llegaré pronto.. pero aunque a veces es necesario, volar en clase turista ya es
un poco un martirio a pesar de la terapia que me doy antes de entrar al avión.
¿Y aún así les parece que no importa viajar en clase turista? :)
Escribiendo este blog en la posición mostrada!!! |
Fer Palacios.
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